Burak Uyan |
Este fin de semana he estado recibiendo llamadas de clientes que me echaban de menos después de estos meses que me he tomado de vacaciones. Además he quedado con algunos amigos a los que tampoco he visto desde entonces.
Ayer me sentía especialmente cariñosa, y me alegré de que quisiera citarse conmigo uno de mis chicos preferidos, es un chico de casi 30 años, de cuerpo normal, con una cara simétrica y bonita sin ser demasiado atractiva pero sí agradable y relajante. Las citas con él son generalmente cenar por Chueca en un restaurante que nos inspire mientras paseamos por el barrio y contarnos nuestras cosas.
Me puse unos pantalones blancos, muy cortos, un poco bombachos con una camiseta gris oscuro básica, unos zapatos negros de tacón medio y una cartera plateada, el pelo recogido con una coleta muy tirante y con el maquillaje mínimo, sólo los labios con un poco de rosa, nada más, a él le encanta así y eso me facilita las cosas antes de acostarme en la cama de un cliente, porque antes de eso hay que desmaquillarse... a menos que el cliente quiera verte maquillada en la cama.
Cuando terminamos de cenar nos fuimos a su casa, jugó un rato a la consola mientras yo halagaba lo bien que se desenvolvía con el mando, y no era por hacer la pelota, de verdad que me pareció un hacha jugando a un juego que me pareció complicadísimo porque tenía un montón de movimientos y el mando sólo 4 botones.
Me gustaba verle jugar, es casi un hombre, tiene algo de alopecia y unos brazos peludos, sin embargo es un niño, viendo su cara concentrada de niño grande y sus manos manejando al personaje de la pantalla me pareció muy tierno. Además ya le conozco un poco y sé que es un trozo de pan, un buen chico... pero muy caprichoso y my impaciente, yo le caigo bien porque nunca me voy a enfadar, ni le voy a juzgar, voy a levantarme, tumbarme, ir o venir cuando él diga y además me intereso por sus videojuegos.
No nos engañemos, soy escort... los hombres que me contratan tienen intenciones concretas y personalidades nada concretas pero sí muy especiales, todos tienen su historia y conmigo sueltan aquella que no dejan ver a otras chicas. Él se pasa 2 horas jugando a la consola y yo como buena acompañante... le acompaño.
Después de la partida me miró, quería que se lo pusiera fácil, me miró esperando que yo entendiera que hacer. Me quité los zapatos y él la camiseta, me tumbé en el sofá de su habitación, y él se puso encima, pero enseguida noté que quería tumbarse, así que nos cambiamos y me eché encima de él, me rodeó con los brazos y me sentí pequeña rodeada sobre su torso ancho. Me gustó.
Tuvimos relaciones durante una hora. Después me vestí y me volví a pintar los labios, salimos a la calle y paseamos hacía la Castellana para sentarnos en un banco y charlar 15 minutos.
Le cobré 400 €, bastante menos de lo habitual, pero él no trabaja, y estoy tan relajada con él, que la rebaja me parecía justa. Además así me llama más veces. Por desgracia es uno de los pocos (poquísimos) veinteañeros que hay en mi agenda de clientes, así que cuando quedamos me alegro mucho.
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